
Después de comer tanta mierda, todos los días a toda hora
lo único que me falta es comer mierda por placer...
I just never took the time...
El día esta hermoso, hermosísimo, amaneció lloviendo pero para las 3 de la tarde una cálida luz iluminaba la casa.
Es domingo; un olor a carne quemada llena el ambiente, las ventanas están abiertas y puedo ver el humarazcal, ¿Debo alarmarme?, tal vez no, los niños se oyen jugando. Huele bien después de todo.
Asomo la cabeza por la puerta y me doy cuenta de varias cosas:
1) Que no he salido en todo el día
2) Que el día es todavía más hermoso de lo que parecía
3) Mi vecino hindú esta asando carne (¿Qué no los hindús son vegetarianos?)
Recientemente todo este tema de la carne se ha vuelto obsesión, lo bueno es que hoy tengo la opción de salir de mi capullo e ir a comprarme una buena proteína o bien puedo ir con los vecinos con cualquier pretexto, hacerme su amiga y comer con ellos.
Pienso, he estado demasiado tiempo encerrada, así que decido salir. Voy primero a Wal-Mart a comprar papel para imprimir el trabajo que ya “acabe”.
Ya sé a donde encontrar a los latinos, todos estamos el domingo en Wal-Mart. Me alegro de ver que no soy la única “brown skinned” por estos alrededores. Las señoras regordetas con sus caras de luna, sus ojillos de chapulin que brotan arriba de los cachetes, vistiendo camisetas que dicen Club Med o Lake George le gritan a sus hijos. Los pequeños con sus jerseys de Basketball y sus gorritas de colores persiguen a las niñas quienes están todas vestidas de rosa. Todos gritan al mismo tiempo y se siente tan bien escuchar español entre todo este inglés.
Salgo de Wal-Mart y entro al café que esta al lado, la atmósfera seria y callada. Tienen una foto de James Joyce, no sabía que solo tenía un ojo, pienso ¿cuántos de nosotros vemos con un solo ojo, aunque tengamos dos en la cara?
Café Mocha con leche descremada $3. 95 menos ¢50 por usar mi propia taza y me quejo de estar pobre, si bebiera menos café podría comprar más carne. Tengo que confesar mi nombre es __________ y soy adicta a la cafeína.
Me concentro en la luz que entra por la ventana, el día en lugar de agotarse se incrementa cuando uno piensa que las cosas no pueden mejorar la naturaleza lo sorprende a uno. El café se termina, tomo mi bolso y voy al supermercado.
Voy directo al pollo, poppy seed lemon, ensalada de macarrones y ensalada de col en los recipientes más pequeños para no desperdiciar. Regreso a casa con una sonrisa en la cara, estacionó el coche, los niños jugando.
Los vecinos siguen afuera, su hija apenas camina, parece una pequeña diosa hindú con aquellos ojos indescriptibles. Me mira sin despegar la mirada, no sé si es el color de mi blusa o le llama la atención la manera en la que la miro, todavía sus pasos son torpes, se dirige directo a mi. ¿Me habrá confundido con su mamá?
Llega al filo de la banqueta sin darse cuenta de la deferencia de alturas entre la acera y la calle, la caída es inminente, suelto de golpe lo que traigo en las manos y la agarró en el aire justo antes que su rostro de diosa tope con el suelo.
Suelta a llorar del susto, por el ruido de mis cosas al caer o por que me vio la cara de espanto.
La tomo entre mis brazos, tiemblo de solo pensar en toda la belleza que se concentra en aquella criatura, simplemente no puedo creer que no exista Dios cuando lo siento... oigo...veo en ella.
La devuelvo a su madre, me sonríe en agradecimiento. Me comenta que apenas el jueves comenzó a caminar. El padre atiende la carne en el asador, me agradece sacando la cara del humarazcal. Me dice: - ¿Quiere comer con nosotros? Estamos a punto de comenzar.
Estoy harta del trabajo que estoy haciendo, que aunque pagará la renta del mes, pues no pagará la renta en satisfacción.
Con sólo $10 en la bolsa amaneció hoy sábado, lleno de decisiones por tomar. Escribí tres cartas una para mi tía, otra para mi amiga F y la otra ya no me acuerdo para quien es, pude quedarme todo el día tirada viendo tele, pero decidí tomar el camión para ir al correo.
Ya no aguantaba el olor a sudor, pero ni así me bañe, me lavé la axilas, me puse desodorante y así me fui.
Descubrí que no se nada todavía sobre los camiones, tomé el primero que pasó que por suerte me dejó en el correo. Dudé por un minuto que estuviese abierto, porque todas las luces estaban apagadas con excepción del escritorio de atención al público, pude ver el horario en la ventana, cerraban a las 2 y apenas eran las 12:30, tenían las luces apagadas para ahorrar energía, que es básicamente todo el rollo del norte. Se fueron las cartas.
De reojo vi mi reflejo en una vitrina y todavía no se me quita la cara de asustada, traté de sonreír pero nada más me sentí peor. Caminé un poco por el centro para ir explorando “mis nuevos dominios” encontré el mercadito de los agricultores locales y si pensaba que estaba caro el anterior, éste es una ridiculez, ¡$4 por una cajita de blueberries! Más ridículo es que la gente lo pague.
Encontré por fin el Centro Bangs y un cafecillo escondido entre las calles donde al parecer se reúnen todos mis futuros compañeros. Reo´s café.
Sólo puedo pensar en comer pollo. Aunque mi sueño tal vez no esté tan lejos. El supermercado Big Y como estrategia de mercadotecnia tiene un sistema de recompensas. Por cada compra recibe una moneda de un color intercambiable por artículos. Nos costó un rato descifrar el sistema de los colores, pensamos que era proporcional a la cantidad de compra, pero ayer sin preguntar me di cuenta que es completamente al azar.
Ayer por $10 de compra, me gané una moneda dorada, misma que puede ser intercambiada por una bolsa de 10 oz de alitas BBQ o bien por un pollo rostizado pagando la diferencia de $3.44.
Decidí tomarme un café en Reo´s para irme adecuando a los lugares, $1.50 la taza de café. ¿Para llevar o para tomar aquí? ¿Cuál es la diferencia? Como buena tomadora de café debería de saberlo. La diferencia es el material de la taza, para llevar taza de papel, para tomar ahí taza de losa.
Un hombre sentado frente a mi, me llama la atención, cabello largo negro rizado, cara redonda, ojos grandes, pero no solo eso tiene una cicatriz casi idéntica a la mía en el lado izquierdo de la frente. Lee el periódico, no puedo evitar pero lo veo constantemente, me parece natural acercarme a preguntarle sobre su cicatriz, pero lo pienso un poco.
Me distrae el extraño de deseo de robarme la taza que me han dado. Es vieja y esta percudida, pero es lo que me llama de ella, no lo puedo resistir, es un objeto que tiene historia, me atraen los objetos que tienen historia, que han sido útiles que han librado batallas.
Me termino el café, devuelvo la taza y me acerco al hombre:
- Disculpe que lo moleste, pero no puedo evitar ver que tenemos una cicatriz casi idéntica, le puedo preguntar ¿que le pasó?.
Extrañado me contestó
- ¿Qué? Estoy ocupado déjeme en paz
De repente tuve la certeza, una voz interior me decía que su nombre era John
- ¿Es su nombre Jonh? Dije
El hombre sólo me miró y ya no contestó
Espero el camión de vuelta a casa, no puedo esperar llegar para escribir esto.
Un avión, un avión en el cielo, me hizo pensar: ¿Será hoy el fin? Salía de Wal-Mart cuando lo vi. Había comprado café, porque no podía soportar un minuto más el otro café, ¿a quien se el ocurre comprar café en la tienda de 99¢?. Compré además unos sobres para mandarle una carta a mi tía y otra a mi mamá. Sólo mujeres en casa, empezó con la huella del abuelo quien dejo trás su existencia 10 mujeres, mi papá sólo 3.
Después de verle el precio a la carne, mejor me compré una lata de frijoles, por lo menos para meterme un poco de proteína, ahora si que vegetariana por la pobreza. Y sin embargo, tengo tanto y no me doy cuenta. Quisiera pensar que todo tiene sentido, quiero creer hay un orden divino que mueve las cosas. ¿Y si no lo hay? ¿Qué será que nuestra existencia de verdad no tiene sentido? que cuando morimos no hay nada.
Regreso a casa y lo único que veo es el reflejo, me doy cuenta que siempre he vivido con alguien, ahora hasta mis pensamientos puedo oír. Es cuestión de costumbre nada más, sin juicio de valor, nada mejor no pensar nada que se pueda oír.
La primera parte la encontrarás en Chukustako
La seguí hacia el baño, no podía dejar de verla, “era más fuerte que yo”, más que cliché; era así porque yo lo había decidido. Cuando me levanté de la mesa todo había quedado atrás. ¿Cuánto tenía de conocerla? No lo recuerdo, ¿importa?.
Sólo pensaba en tenerla en mis brazos, en sentirla estremecerse en mi pecho, el alcohol facilitaba mi imaginación, mi deseo, ella lo sentía, podía ver una sonrisita de complicidad, ¿me deseaba tanto como yo a ella? ¡Imposible! lo mío era abrumador, ciego ¡qué digo! doloroso, me dolía desearla. Mujer, ¿qué estás haciendo de mi?, juro que voy a morir si no te tengo. No puedo pensar en otra cosa, te respiro, te anhelo, te lujurio, te quisiera fornicar hasta el final de los días, hasta que no quedase una sola estrella en tu pelo.
Llegamos al baño, ella eligió la casetilla de la derecha, yo ya no tenía juicio, me llevaba hacia ella con una correa invisible que había atado a mi cuello. Ella actuando con facilidad cerró la pequeña puerta en mi cara, esperé hasta que ella volvió a abrir la puertilla, mis brazos extendidos impedían que escapara. Ella me acarició una mejilla y me dijo: “mi pequeña”, bajé la guardia mi cuerpo, mi alma, mi voluntad habían cedido ante ella.
Llegamos a la mesa de la mano, él ya nos esperaba. Se vio complacido ante nuestra muestra de afecto, salimos del lugar esperando que el camino a casa se hiciese más corto.
Ana Laura Vázquez Murguía nació en la Ciudad de Manstuglia en 1876 en el barrio del Ciprés. Hija del comerciante Teodoro Vázquez Limonero y Matilde Murguía de la Concha, honorables ciudadanos de esta ciudad.
Ana Laura fue la menor de tres hijos. Su hermano mayor llamado Catán y Ramón el segundo. Los tres fueron educados bajo la religión católica que profesaba con fervor la señora Matilde, desde tempranito se podía ver la silueta de ella con sus tres hijos dirigiéndose a la Iglesia. En cambio Don Teodoro no era muy cercano a la religión, pero nunca intervino en la decisión de su mujer de crecer a los hijos creyentes.
Ana desde pequeña mostró inclinaciones hacia las artes y las ciencias, en casa pasaba largas horas en su habitación leyendo sobre botánica y química. Su padre la instruyó en la música y para la edad de 10 años tocaba perfectamente el piano, la flauta y la mandolina.
Se conserva sólo un retrato de ella cuando niña, siempre se negó a ser retratada, creía que era un acto de egoísmo extremo pretender conservar la imagen de uno mismo para la posteridad. Ana tuvo varios amigos imaginarios entre ellos Dulce, una niña de su misma edad quien creía vivía en un hoyito en la pared. Recuerdo que no se le podía mencionar la posibilidad de que Dulce no existiera, la enfurecía de tal manera que permanecía sin pronunciar palabra por días.
Anita, como todos le decíamos era extremadamente tímida, se sonrojaba con cualquier cosa y huía desesperadamente de cualquier evento social o público que requiera de su presencia. Cuando alguien fuera de la familia trataba de entablar conversación con ella, simplemente con cualquier excusa se retiraba a su habitación.
La habitación de Anita era la más pequeña de toda la casa, contaba con una cómoda, su cama y tres grandes ventanas, se ubicaba en el oriente mirando hacia los cafetales. Se negaba cerrar las cortinas para dormir, porque cada mañana esperaba ver salir el sol en compañía de Dulce, se le podía oír hablar desde antes del amanecer.
Doña Matilde, insistió en que Anita siguiera asistiendo a la Iglesia, cuando a los 16 años ella le anunció que nunca la volvería a pisar. No dio mucha explicación, lo único que dijo es que no le gustaba como la hacía sentir aquel lugar.
Anita amaba a sus hermanos y se sentía un especial afecto por Ramón, con quien asistía a la escuela, ella era de las pocas mujeres quienes en el pueblo sabían leer y escribir. Pensó mil veces en enseñar a las hijas e hijos de la servidumbre, pero la timidez la abrumaba y nunca lo hizo.
Anita se dedicó a cuidar de su madre cuando cayó enferma de un raro mal que le impedía caminar y moverse sin dolor. Dejó la escuela y se consagró a cuidar a su madre hasta su muerte.
La fiebre Tifoidea acabó con la vida de Anita a la edad de 23 años. Después de su muerte se encontraron cerca de 1 900 poemas, más de 500 cartas y 14 estudios botánicos de la región escondidos en su cómoda.
Ana Laura Vázquez Murguía "la poeta niña" como después la llamaron.
¿Te has dado cuenta del milagro que es un abrazo?
Es encontrar un alma deseosa de ti
Un par de brazos que sólo desean sentirte
Es dejarse ir y no tener que cargar con uno por un instante
Es reafirmar tu existencia con el calor del otro
Es vivir un pecho abierto aceptando el destino de fundirse en ti
Son dos corazones que laten
Es el milagro de sentirse vivo
Es un milagro